Ileana Diéguez presentó “Cuerpos sin duelo” en Monterrey

Ileana Diéguez Caballero, búsqueda intelectual y ética civil

Entrevista de Arnaldo A. Simón (El Nuevo Herald)

La cubana radicada en México, Ileana Diéguez Caballero, es una referencia en los estudios de la teatrología latinoamericana que se mueve entre la investigación y la docencia. Con una constante búsqueda intelectual y una sólida ética civil, ha evolucionado hasta desentrañar, potenciar y reconocer el teatro más allá de sus límites históricos. Para entender la parábola evolutiva de esta investigadora se puede seguir el rastro de sus numerosas publicaciones.

Con el volcán del Ajusco de fondo en su casa en Ciudad México rememora: “Estudié en el ISA (Instituto Superior de Arte). Había hecho el examen de actuación y teatrología, y cuando llegué, me dijeron que debía decidir en cuál de las dos quería quedarme y fue muy curioso, me quedé mirando al marco de una puerta y automáticamente dije, teatrología. No lo pensé dos veces, fue como si alguien hubiera hablado por mí”.

De su etapa como estudiante recuerda a sus profesores ‘excepcionales’ con quienes dice sentirse aún en deuda.

Hacia el final de su carrera inició una tesis de graduación sobre el teatro brasileño, y sobre todo del “teatro de ocasión”, que era una manifestación que había surgido durante la dictadura en Brasil. Contaba con abundante material que le habían proveído intelectuales tales como Fernando Peixoto, Gianfrancesco Guarnieri y Cesar Vieira. Esta tesis, a pesar de que había avanzado, no le serviría para graduarse, ya que la institución exigía por entonces investigar sobre el teatro cubano y para obras en portugués un título de ese idioma. Con este material Diéguez produjo una Antología de teatro brasileño contemporáneo que se publicó en 1990 por la editorial Letras Cubanas.

Como había trabajado como alumna ayudante para la cátedra de teatro latinoamericano, permitieron nuevamente tratar otro autor no cubano. “Fue sobre René Marqués, y la tesis se llamó Lo trágico en el teatro de René Marqués, que es un dramaturgo puertorriqueño de la opción independentista. Fue uno de los primeros de los formadores de las bases del teatro puertorriqueño del siglo XX; el autor de La carreta, Los soles truncos, La casa sin reloj, El apartamento; esas fueron las obras que yo estudié”. En 1984 Diéguez presentó esta investigación en el Concurso 13 de Marzo de la Universidad de La Habana y obtuvo el Premio de Ensayo.

En 1985 Diéguez volvió a enviar tres artículos al Concurso 13 de Marzo. Estos más tarde se convirtieron en el libro La movilidad del tema marginal en el teatro cubano que apoyaba su tesis en los autores Carlos Felipe, Réquiem por Yarini, Eugenio Hernández Espinosa, María Antonia y Abrahan Rodríguez, Andoba. Diéguez acota: “Me interesaba el tema marginal en el teatro que se hace después de la revolución. Carlos Felipe, que es considerado un dramaturgo de la transición, fue marginado en Cuba, precisamente por tratar estos personajes marginales, y murió olvidado. Rine Leal le hacía honores en sus clases”.

Tras su graduación en el ISA, Diéguez fue a trabajar como docente en la Escuela Formadora de Maestros de Pinar del Río. “Desde entonces he sido profesora y me ha ayudado mucho, porque no es lo mismo conocer algo, que conocerlo para compartirlo”.

Pocos años después, Diéguez comenzó a trabajar en Ciudad de La Habana en la coordinación de teatro y cuento del ICRT (Instituto Cubano de Radio y Televisión) y asegura: “Fue un período rico, porque estuve en contacto con los actores, pude llevar a la televisión muchas cosas de teatro, sobre todo latinoamericano, y de teatro polaco, que nunca se ponían en la televisión; se hicieron incluso traducciones especiales del teatro polaco y del brasileño y venían reconocidos actores como Raquel y Vicente Revuelta, lo que no era común en ese medio. Lo disfruté mucho, porque era un trabajo en el que era como hablar a través de lo que estaba poniendo”.

En noviembre de 1989 Diéguez se vincula como investigadora al primer taller de la EITALC (Escuela Internacional de Teatro para América Latina y el Caribe). Al finalizar este evento, el director de la institución, el dramaturgo argentino Osvaldo Dragún, le ofreció la subdirección de la escuela y la coordinación pedagógica de los talleres internacionales.

Diéguez hace un balance de este período y dice: “Produje muy poco. Hice un texto sobre la experiencia en la EITALC del trabajo con Andrés Pérez, que se publicó por Escenología en México en 1994. Era un texto dentro de un libro que se llamó Pedagogía e investigación del teatro latinoamericano, y luego también un texto sobre Antunes Filho que se publicó en Colombia, dentro de un libro independiente titulado El tao del teatro, sobre un taller que él hizo en La Habana en 1992, y luego el otro texto sobre Arístides Vargas en el año 2000 que salió en la revista Conjunto”.

En 1994 Diéguez viaja por primera vez a México a coordinar un taller de la EITALC en Tlaxcala. “No tenía ningún contacto directo con la cultura mexicana y ahí conocí a Luis de Tavira, un reconocidísimo director mexicano y supe de un proyecto que estaba haciendo que se llamaba La casa del teatro. Era un momento en que sentía que la escuela estaba en crisis”. Con la ayuda de de Tavira comenzó dando clases en La casa del teatro e inmediatamente se vinculó a la UNAM en la maestría de litetratura comparada en 1995. En este momento de aprendizaje en la UNAM contó con la asesoría y consejos del profesor, investigador y teórico Gabriel Weisz (hijo de la pintora Leonora Carrington). Weisz fue su tutor en la tesis La Santería cubana desde las teorías literarias: los textos de las madres de agua, Yemayá y Ochún, con la que Diéguez se graduó en mayo del 2000.

Una semana después de terminar la maestría, entró en los estudios de doctorado y nuevamente fue Weisz el tutor de su tesis. Diéguez se refiere a este trabajo como “una tesis sobre la liminalidad, un estudio sobre la antropología de Victor Turner y lo que hice fue aplicarla a ciertas obras del teatro latinoamericano”.

Tras haber obtenido el doctorado en mayo del 2006, Jorge Dubatti, el crítico y teórico argentino que había sido lector de su tesis, le pidió publicarla en Argentina. Por entonces México se encontraba en una encrucijada de protestas por las elecciones presidenciales y Diéguez afirma: “Fui a la calle y me quedé fascinada al ver como la gente representaba la protesta, así el Zócalo se convirtió en un escenario. Para mí ese ha sido el mejor teatro de México, el teatro social que se produce allí”. Diéguez, ante el peso de estos acontecimientos, le pidió un tiempo a Dubatti para incorporarlos como un capítulo del libro. Escenarios liminales se publicó por la editorial Atuel en el 2007.

Diéguez reflexiona: “Gracias a Dubatti ese libro ha sido fundamental para mi formación. Ha sido un libro de mucha resonancia, se tradujo al portugués y se publicó en el 2010 en la Universidad de Uberlandia de Minas de Gerais. Después, el editor de la revista teatral Paso de Gato me pidió el libro para publicarlo; le agregué nuevas fotos, revisé y se consideró otra edición en septiembre de 2014, como Escenarios liminales: teatralidades, performatividades, políticas”.

Este libro que había acarreado polémicas en México en las presentaciones, cuando lo publicó Paso de Gato tuvo mucho rechazo hasta que “tuvieron que venir otros investigadores de otras partes del mundo que me invitaron a presentar esas investigaciones en páginas web, etc., para que con la perspectiva europea miraran la escena mexicana, y dijeran que eso que planteaba estaba legitimado. Nuevamente, esa mirada conquistadora que seguimos teniendo en el plano del pensamiento”.

En el espacio que dista entre las dos publicaciones 2010-2014, Diéguez comenzó a trabajar sobre la performatividad, las instalaciones, a mirar las estrategias que se daban en el teatro latinoamericano, estrategias de intervención que venían de las artes visuales, como la intervención urbana, el instalacionismo, el body art, el performance. Diéguez afirma que “ahí comenzó otra investigación aún más complicada. Lo que yo pensaba que era en Colombia a partir del 2008 se destapa en México. Se dice que es el año que más balas se dispararon en México y es también el año en que Teresa Margolles presenta en la Bienal de Venecia De qué otra cosa podríamos hablar”.

De todo este acercamiento al arte, al cuerpo, la violencia y el duelo, surgió el libro Cuerpos sin duelo. Iconografías y teatralidades del dolor (Córdoba, Argentina 2013) “este texto que implicó un proceso de casi seis años de investigación responde a mi pregunta sobre las posibilidades del arte para colaborar con los procesos de duelo en contextos donde no se han podido realizar los ritos fúnebres, porque de entrada no están los cuerpos, están desaparecidos o aniquilados, desprovistos de identidad. Se organiza en dos escenarios: uno es el escenario del cuerpo roto determinado por los necropoderes que determinan quiénes deben morir. Es en ese contexto de muerte donde introduje el término necroteatro para dar cuenta de las escenificaciones de la violencia organizadas por los que distribuyen la muerte y utilizan el cuerpo como un texto político con fines terroríficos. El segundo escenario reflexiona sobre la obra de artistas latinoamericanos que trabajan con los vestigios corporales proporcionados por los familiares de las víctimas, o también obras que constituyen gestos luctuosos y alegóricos”.

Casi al final de dos horas de conversación le pregunto: Si tuvieras la oportunidad de hacer algo en Cuba, ¿qué harías?

“Si pudiera desvincularme del dolor que me ha producido Cuba, es lo mejor que me podría pasar. Para mí es una cruz que cargo aquí en México. No me puedo desprender de ese dolor ni de la rabia que me produce.

Si volviera a Cuba lo más que podría hacer sería un gesto íntimo de duelo que sería regresar a la casa de mi abuela en Guáimaro. Para mí esa casa fue donde yo configuré mis imaginarios de niña, donde yo jugaba. Esa casa la pienso hoy como si fuera la isla. La casa de mi abuela es el marco ideal de la destrucción de todo un país en términos de afectos y de materialidades. Si pudiera hacer algo, pensaba el otro día, sería reconstruirla pero, puedo reconstruir la casa, pero no puedo reconstruir la familia ni los afectos, ya eso está quebrado para siempre. Eso para mí sería mi performance íntimo, ese acontecimiento simbólico en chiquito. Yo no tengo ni la autoridad ni la posibilidad que sí tiene Tania Bruguera, porque ha estado siempre en conexión con Cuba, de hacer lo que hace. Una mujer como Tania Bruguera tiene el derecho de hacer eso, ella se lo ha ganado, ella además no ha tenido otro pasaporte que el cubano, y le asiste todo el derecho. Ella se piensa como una cubana que desde ese territorio quiere contribuir a lo que piensen los cubanos. Yo no, yo vivo como mexicana en México. Tengo pasaporte mexicano y mi relación con Cuba es en el territorio de los afectos y del dolor. Para mí eso es un mundo perdido, absolutamente perdido”.

Entrevista publicada originalmente el 21 de abril de 2016 en El Nuevo Herald.