EL TEATRO FRENTE A LA BARBARIE DEL MUNDO
REVISTA Ñ
Artes escénicas. En “Cuerpos sin duelo”, la investigadora teatral Ileana Diéguez analiza las formas y los límites de la representación del dolor.
POR JORGE DUBATTI
Ileana Diéguez es una de las referencias fundamentales de la investigación teatral y artística en Latinoamérica. Nacida en Cuba y radicada en México hace más de dos décadas, Diéguez demostró con su libro Escenarios liminales. Teatralidades, performances y política (publicado en Buenos Aires, en 2007) la productividad de las tensiones entre arte y vida en las manifestaciones políticas, las marchas, los “escraches”, el nuevo teatro documental, las instalaciones, el arte callejero y el biodrama en diversos países latinoamericanos. Luego sorprendió con Cuerpos exPuestos. Prácticas de duelo(Universidad Nacional de Colombia, 2009), cuaderno sobre la espeluznante teatralidad de la guerra de los narcos. Ahora es el turno de otro gran acontecimiento: la publicación de su nuevo libro, Cuerpos sin duelo. Iconografías y teatralidades del dolor, editado en la ciudad de Córdoba por DocumentA/Escénica, al cuidado de Gabriela Halac.
En Cuerpos sin duelo , Diéguez afirma que la experiencia del dolor que produce la violencia en Latinoamérica es asumida tanto por ritos sociales como por el arte a través de sus representaciones. El libro es un análisis agudo de las formas y de los límites de la representación del dolor, el luto y el duelo, con fundamentos teóricos en la estética, la filosofía, la sociología, la antropología y el testimonio, y estrechamente ligado a la experiencia de la autora en México. El ensayo se abre con una página autobiográfica que marca el pathos de la investigación: “Recuerdo, era exactamente octubre de 2008, llegaba al aeropuerto de la ciudad de México. Regresaba de Colombia, de un viaje cargado de experiencias difíciles, con el cansancio y el dolor encriptados en mi cuerpo. Al pisar tierra mexicana, mi memoria viajó a Puerto Berrío, en el Magdalena Medio –el lugar de donde venía–, donde la gente renombra las tumbas de NN, y agradecí tener siempre este puerto de regreso, el espacio donde ha sido posible reinventarme la vida”.
“Pero en esos últimos meses de 2008, en México, se había disparado estrepitosamente la visibilidad de la violencia con el avance estrepitoso de muertes, impunidades, dolores y cuerpos sin duelo”. Y Diéguez concluye: “Unos pocos años después somos parte de un país devastado por la muerte, hemos llegado a casi cien mil muertos, más de veinte mil desaparecidos, miles de desplazados y personas aterrorizadas por el miedo, traumadas por el dolor, por la pérdida violenta de sus seres queridos, y por la imposibilidad de dar sepultura a sus muertos”. Sin duda este libro está escrito bajo el signo de la figura de Antígona, pero Diéguez se pregunta: ¿cómo se hace un entierro sin cuerpo?, ¿puede el arte asumir el lugar de ese cuerpo?
Cuerpos sin duelo formula algunos de los interrogantes más acuciantes del presente latinoamericano, y los responde con solidez teórica, firmeza ética y estremecimiento emocional. ¿Cómo se representa artísticamente el dolor? ¿Cómo se hace del dolor individual una experiencia colectiva? ¿Cómo trabaja el arte en tanto dispositivo de estimulación de la memoria? ¿Qué efecto social alcanza la justicia artística en contextos de violencia e injusticia social? ¿Cumple el arte una función luctuosa? “Prácticas como las de las Madres de Plaza de Mayo, las Madres de la Candelaria, las madres y familiares de las mujeres desaparecidas y asesinadas en el Norte de México, eran acciones específicamente vinculadas a duelos irresueltos. Las prácticas de duelo están inevitablemente vinculadas a acontecimientos de muerte violenta que imposibilitan la recuperación del cuerpo y la realización de ritos fúnebres, dejando incluso fuertes traumas en torno al acontecimiento real de la muerte”. Diéguez señala que la suya “no es una escritura sobre la violencia, sino una reflexión sobre el modo en que la violencia ha penetrado las representaciones estéticas y artísticas, ha transformado nuestros comportamientos y visualidades en el espacio real, ha intervenido los cuerpos y generado una nueva construcción de lo cadavérico, y se ha apropiado de procedimientos simbólicos y representacionales para producir y transmitir mensajes de terror”. ¿Corresponde que el arte dé cuenta de la violencia y el horror? ¿No los multiplica? Diéguez señala que el arte tiene la capacidad de permitirnos mirar las “imágenes-Medusa”, retomando el mito de aquel antiguo ser al que no se podía mirar de frente. “Mirar, aunque sea oblicuamente, nos devuelve una posibilidad de acción ante aquello que pretendía paralizarnos”, dice Diéguez. Con palabras del periodista colombiano Hollman Morris, afirma que es necesario “revelar abiertamente la violencia para poder combatirla”. Diéguez cree en la necesidad de “desmontar lo irrepresentable”, porque, se pregunta: “¿Qué legitiman las posturas de lo irrepresentable? ¿Qué monumentos siguen construyendo mientras silencian otras ruinas?”. Hace falta “mostrar la barbarie”. Es parte esencial de la responsabilidad del artista.
En esta encrucijada Diéguez analiza la Marcha Nacional por la Paz convocada por el poeta Javier Sicilia en México, las fotografías de las narcofosas mexicanas en San Fernando, la acción de familiares de desaparecidos colombianos que “renombran” las tumbas NN en Puerto Berrío, así como obras del peruano Edilberto Jiménez, del mexicano Gustavo Monroy y de ex combatientes colombianos reunidos en la muestra La guerra que no hemos visto . También, las estrategias para escenificar las muertes violentas como manifestaciones del “necropoder” de los cárteles mexicanos, el “necroteatro”, “un teatro del horror”. Otros de los artistas estudiados son Alfredo Márquez, Angel Valdez, Carlos Aguirre, Rosa María Robles, Alvaro Villalobos, Rosemberg Sandoval, Gabriel Posada y muchos más. Con inteligencia, Diéguez cruza el análisis de las acciones sociales con el de las artísticas, y le interesan a la par las producciones de artistas plásticos, fotógrafos,performers , bailarines y coreógrafos.
Cuerpos sin duelo funda así una nueva mirada, insoslayable, sobre la sociedad y el arte latinoamericanos.