Cosas de Mujeres

El director y dramaturgo Emilio García Wehbi visitará Córdoba este viernes para presentar el libro Luzazul, un crudo y sensible poema dramático que aborda el lado oscuro de la maternidad. En diálogo con Ciudad X, habla sobre su obra y defiende la potestad de la mujer sobre su propio cuerpo.  LINK DIARIO

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“Ahora que la leche ya se enfrió, /el azúcar precipita en el fondo/ y la nata cuaja arriba/ pegada al borde de las dos tacitas/ ahora sí: / el horno en la cabeza”. Con este quinteto de versos de comienzo apacible y remate inevitable, Emilio García Wehbi textualiza el drástico final de Sylvia Plath, la poeta inglesa que después de dejar listo el desayuno para sus hijos dormidos, y acorralada por los fantasmas que había parido con la maternidad, se encerró en la cocina para sorber una mortífera infusión de gas.

Siempre habrá muchas mujeres dispuestas a parir seres humanos como para evitar la extinción. Respeto a aquellas que quieran ser reproductoras, pero exijo el mismo respeto por aquellas que ven con horror el sometimiento de su cuerpo y tiempo en la crianza de vástagos.

Plath había dado una pista de su malestar en “Tres mujeres”, un extenso poema a tres voces que publicó la BBC meses antes de que la autora tomara la decisión de suicidarse. La estructuración de Luzazul (acá podés leer la reseña) traza un paralelismo con aquella experiencia escritural. Wehbi configuró un poema dramático en “tres camas” desde las que se pronuncian sensaciones femeninas que no ingresarían ni como residuo en una feliz propaganda de pañales. En su escritura el dramaturgo descubre las estrías de la subjetividad de muchas mujeres que han sido obligadas a parir o tildadas de monstruos si en un ejercicio de determinación individual decidieron no apagar su luz en el alumbramiento de un otro injertado sin deseo en el cuerpo propio.

Concebido originalmente como un texto para la escena, Luzazul se estrenó en 2013 en el Centro Experimental del Teatro Colón. El sello local Ediciones Documenta/Escénicas publicó el texto un año después, recuperando parte de la fuerza plástica de la puesta en una seguidilla de fotos de indudable potencia gráfica. Esa síntesis consiguió el Premio Alberto Burnichon al libro mejor editado en Córdoba, entregado el pasado 28 de agosto, en el arranque de la Feria del Libro. El lector que acceda a un ejemplar de esta tirada encontrará rápidamente una dedicatoria aRomina Tejerina (condenada a 14 años de prisión por el asesinato de su hija recién nacida), puesta en página como una metonimia que evoca a todas las mujeres que vivenciaron la maternidad al borde de la anemia emocional.

El teatro es, como toda actividad artística, la posibilidad de la interrupción poética de la ley. En este caso específico, es la ley del macho.

“El caso Tejerina me indignó en su momento porque todo el aparato punitivo y cultural se volcó sobre el cuerpo de esa niña con una violencia inusitada. Fue indignante ver cómo se disciplinaba a la víctima de una violación intentando deshumanizarla por haber asesinado a su hijo, sin considerar su contexto, historia y posibilidades. Por el contrario, su misma condición de mujer, pobre y no blanca no sólo no fue tomada como un atenuante sino como agravante. Era triste ver especialmente a muchas voces femeninas pedir hoguera para esa muchacha sin recursos ni herramientas. Pero lo peor de todo es que ese caso es sólo uno de los miles que se silencian”, señala Wehbi.

–¿Qué sentidos unen a Tejerina con Sylvia Plath y con la gran cantidad de mujeres mitológicas concentradas en una sola “ópera”?

–Hay un punto en que Plath y Tejerina se unen junto a otras mujeres de la historia, el arte y la literatura, llámese Ofelia o Madame Bovary, y ese punto es la tragedia. Más que ópera, yo diría que el formato es el de oratorio (agnóstico, claro). Tres voces de mujeres que coinciden en un posible mismo ámbito (hospital, sala de parto o cama de habitación) para enfrentarse críticamente con la posibilidad (o no) de la maternidad. Lo que las une es la maternidad como hecho conflictivo y la voluntad de no sometimiento al mandato del macho, es decir, de la cultura. Y digo oratorio porque son tres voces en estado de lamento, incomprendidas y solas a causa de sus decisiones respecto a la resistencia a ser madres. Tres mujeres que susurran sus desdichas para sí.

El mandato

–Está muy instalada la idea que identifica a la maternidad con la completitud y el súmmum de la vida ¿Qué tiene para decir “Luzazul” al respecto? 

–La maternidad como completitud es una patraña que se ha ido acuñando a lo largo de los siglos y que aún hoy está vigente con total actualidad. Es, en realidad, parte del mandato o sometimiento falocrático. La perpetuación de la especie nunca correrá peligro porque la mujer se cuestione la maternidad. Siempre habrá muchas mujeres dispuestas a parir seres humanos como para evitar la extinción. Respeto a aquellas que quieran ser reproductoras, pero exijo el mismo respeto por aquellas que ven con horror el sometimiento de su cuerpo y tiempo en la crianza de vástagos. Y remarco que la voluntad de la maternidad es un hecho absolutamente femenino, en el cual el macho no debería tener ningún poder de decisión. La prohibición del aborto es una de las leyes más disciplinatorias que existen sobre el cuerpo de la mujer. No entra en mi cabeza que se pueda legislar sobre el cuerpo privado. De ello intenta hablar Luzazul.

–¿Por qué te pareció que el formato poesía era el más adecuado para los temas que querías llevar a escena? ¿La búsqueda de imágenes sensoriales tuvo que ver con pensar en la puesta? 

–Tenía que alejarme lo más posible de un discurso realista y de ideas desde lo formal, y la poesía en verso libre era lo más adecuado para ello. Nombrar lo innombrable pero con otro nombre, esa era la estrategia. Alejarme del registro naturalista era la posibilidad de no callar nada. Y utilizando, como es habitual en mi poética, la cita, la referencia, hablar desde voces múltiples. La puesta en escena del texto estuvo escindida de la escritura. Traté de disociarme lo más posible entre mi yo escritor y mi yo director, para que no hubiese desde el registro literario un a priori escénico.

–Cuando “el grado cero del otro se instala”, cuando una mujer se siente “expropiada por lo ajeno”, ¿qué valor adquiere la palabra? ¿El teatro es una manera de reapropiarse del cuerpo?

–El teatro es, como toda actividad artística, la posibilidad de la interrupción poética de la ley. En este caso específico, es la ley del macho. En esa posibilidad, la de ofrecer preguntas imaginarias a problemas reales (Brecht dixit) se inscribe Luzazul.

–¿“Luzazul” es un libro para regalarle a una parturienta o para mezclar entre las revistas de una sala de espera?

–No creo que sean dos grandes nichos de venta, aunque no los desestimaría, especialmente esta última posibilidad. Me gusta la idea de contrabandear el material en una sala de espera de una clínica de fertilidad asistida.

Presentación. Emilio García Wehbi presentará Luzazul en el marco de una entrevista pública a cargo de Luciano Delprato, con lecturas de Carolina Cismondi. La cita es este viernes 19 de septiembre a las 19.30 en Documenta /Escénicas (Lima 364).

Perfil. Emilio García Wehbi (Buenos Aires, 1964) es un artista interdisciplinario que trabaja en el cruce de lenguajes escénicos. En 1989 fundó El Periférico de Objetos. Se ha destacado como director teatral, régisseur, performer, actor, artista visual y docente.