Lucas Di Pascuale: Mi formación es por contagio

Por Demian Orosz para La Voz del Interior

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Lucas Di Pascuale hizo alrededor de 500 dibujos copiando todo tipo de obras, los reunió en el proyecto “Colecciones” y ahora los presenta en la forma de un diccionario caprichoso y despreocupado de la idea de originalidad. El libro en dos tomos, publicado por Ediciones Documenta/Escénicas, se presenta este viernes.

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Hace años que Lucas Di Pascuale dibuja las obras de otros artistas. Las copia de libros que fue consultando en bibliotecas de distintos lugares del mundo, y también de volúmenes que tiene en su casa. Ese fue su teatro de operaciones para el conjunto de unos 500 dibujos que conforman el proyecto Colecciones.

 

“Surgió de manera muy casual, porque comencé a hacer copias como un juego y ese juego me atrapó, me sumergí completamente en él, inclusive pensaba que sería mi manera de trabajar mientras siguiera haciendo arte”, dice Di Pascuale sobre el origen de esta serie que capta imágenes ajenas y las hace pasar por su mano.

Lo que podría parecer un catálogo enloquecido, un elogio del saqueo o una exaltación perezosa de la copia adquiere su lógica y se potencia por obra y gracia de uno de los principios en que se basa Colecciones: la idea de que el arte propio puede estar hecho en gran medida del arte de los otros.

Colecciones se desarrolló primero en la web del artista cordobés y ahora llega en forma de libro. Ali / Lai – Lau / Zip (Ediciones DocumentA/Escénicas) se titula esta joyita editorial diseñada como un diccionario caprichoso. Se trata de dos tomos que arman una historia un poco impertinente por su ataque a las jerarquías y porque se da el gusto, sin ningún tipo de alarde, de voltear un par de fetiches del arte. Por ejemplo, la idea de originalidad.

 

El amplísimo repertorio visual que toma Di Pascuale es de un eclecticismo absoluto. Va desde las papas unidas con cables de Víctor Grippo a una escultura de Brancusi, desde el Cristo crucificado sobre un avión bombardero de León Ferrari a una de las yeguas cartoneras de Adriana Bustos. Cabe de todo en esta historia del arte con óptica personal y en formato de bolsillo.

–¿Cómo se fue armando el conjunto de dibujos que integra el libro “Ali / Lai – Lau / Zip”?

–Los dibujos pertenecen a Colecciones, en ese proyecto me pasé cuatro años retratando, con tinta sobre papel, el trabajo de colegas. Las imágenes que utilicé como modelos de mis dibujos se encuentran en diversas bibliotecas: la Rijkskademie Bibliotheek de Ámsterdam, la Biblioteca del curador limeño Jorge Villacorta, bibliotecas de varios amigos en Belo Horizonte (Brasil) y mi propia biblioteca.

–¿Trabajaste en base a una idea previa?

–Al principio fue ese juego que mencionaba, luego comprendí mi necesidad de seguir con las copias y decidí trabajar en la biblioteca indagando cada uno de los libros monográficos de artistas, recorrerlos para copiar cada obra que me generara el deseo de hacerlo. Casi como un coleccionista que copia en lugar de comprar.

–¿Podés determinar qué te llevó a elegir ciertas obras? ¿Afinidad? ¿Interés previo? ¿Sorpresa? ¿Capricho?

–El deseo de aprender guio mis elecciones, así que seguramente afinidad, capricho, conocimiento, sorpresa y contexto convivieron de distintas formas, a veces primaba uno, a veces otro. No quería colecciones con una identidad particular, así que pretendí trabajar, en la medida de lo posible, sin preconceptos. Supongo que el peso conceptual de mi colección está en esa falta de especificidad conceptual.

Me interesó una sensualidad agreste, diferente de la que dan el agua y los grises con tinta diluida.

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–¿Todas las imágenes que decidiste dibujar te gustan o atraen del mismo modo? ¿Interviene la idea de belleza?

–Cada imagen me atrajo en el momento que la copié, quizá no exactamente de igual manera, pero sí de una muy parecida, al menos en general. Hay algunos artistas que son mis favoritos y allí la cosa seguramente cambia, pero son muy pocos en esta inmensidad de copias. Creo que la belleza aparece pero no tan ligada a las obras retratadas. Las imágenes están en libros, trabajé a partir de un registro fotográfico de obras, es ese registro el que genera mi deseo y allí también interviene el libro con su materialidad y su diseño.

–¿Siempre fue un trabajo metódico, o incluiste obras que venían a tu memoria?

–Todos los dibujos son a partir de libros, en ningún caso dibujé del original o de memoria, inclusive me quedo con ganas de retratar el trabajo de algunos artistas cordobeses que no encontré ni en mi propia biblioteca. La otra pata del método fue realizar los dibujos con tinta sobre papel sin agregar agua, realicé los grises con la técnica del pincel seco, es como continuar dibujando aun cuando parezca que el pincel ya no tiene tinta.

Mi formación es por contagio, hay trabajos y prácticas de las que me quiero contagiar, eso me sucede desde que comencé a estudiar arte.

 –En cuanto a la parte sensual y técnica ¿qué te demandó “Colecciones”?

–Por lo que te comentaba del pincel seco, estos dibujos se emparentan más con la técnica del grabado y no tanto con la de la acuarela. Me interesó una sensualidad agreste, diferente de la que dan el agua y los grises con tinta diluida. Creo que en esta elección hay una idea de reproductibilidad. Si escaneás uno de estos dibujos y lo imprimís en un papel igual al del dibujo original, obtenés una copia difícil de distinguir del original.

Elogio del contagio

 –¿Te pasa que te hubiera gustado hacer estas obras? De hecho las hacés, son tus propias versiones, pero me refiero a si sentís que te hubiera gustado imaginarlas (por así decirlo) desde cero.

–Totalmente, mi formación es por contagio, hay trabajos y prácticas de las que me quiero contagiar, eso me sucede desde que comencé a estudiar arte. En un momento, contagiarme de mis compañeros comenzó a ser mi idea de estudiar. Y copiar es una forma de indagar, de aprender, de aprehender y contagiarse. Hace un tiempo esto me sucede muy fuerte con la literatura, aunque no soy escritor. Me pasa que me gustaría ser quien escribió Las olas, jaja.

–El conjunto de dibujos es democrático, no jerarquizás, están los nombres consagrados junto a obras de contemporáneos y amigos, y se arma así una historia del arte en clave ultra personal. ¿Hay una decisión detrás? 

–Me interesó igualar, quitar las jerarquías lo más posible. Pensamos el arte, la historia y la cultura a partir de íconos, de aquellas personas “imprescindibles”. Descreo totalmente de esa historia. Prefiero las sumatorias que no jerarquizan los aportes. ¿Cuál es nuestra prioridad? ¿La autoría? ¿La competencia? ¿La visibilidad? ¿El trabajo?

 

–¿“Colecciones” supone una renuncia a cierta idea muy afianzada de originalidad? ¿Te importa ese concepto?

–La competencia por la originalidad es bastante absurda desde mi punto de vista. Las ideas nuevas están siempre sobre la base de las anteriores, en este punto la actividad de un artista es muy similar a la actividad de un investigador. Vamos expandiendo los conocimientos pero nada es de cero, lo nuevo es nuevo no sólo en relación a, si no también a partir de. De todas formas, por más absurda que nos pueda parecer, no nos es fácil escapar a la pretensión de ser “original”; nuestra cultura está impregnada por esta presión de originalidad, y nos encontramos permanentemente aceptándola y actuando en consecuencia.

–Una cita que abre el libro, puesta a modo de pista, parece sentar una postura acerca del arte y el dinero, y también refiere a la falsificación. ¿Entablás un diálogo con esa idea?

–Es conveniente que dinero y capital simbólico no condicionen, menos aun que determinen la producción de un artista. A veces uno puede manejarlo y a veces no tanto. Es fácil ver condicionamientos en el trabajo de otros y difícil verlos en el de uno. De mi relación con el dinero te puedo decir que es hermoso vender uno de mis trabajos y que intento no tener muy en claro desde dónde viene la energía para llevarlos a cabo, al menos en un comienzo. Me interesa la idea de la falsificación pero no tanto la falsificación como delito o picardía. Aquí aparece lo que hablábamos antes de la “originalidad”, ese es el costado que me interesa de la falsificación porque desestima la originalidad y pone todo el acento en hacer lo que hizo otro.

 

El cuento del genio

–¿Pensás que “Ali / Lai – Lau / Zip” se puede entender como un tributo o un homenaje al arte del cual te alimentás?

–No lo había pensado así, la idea de homenaje suele aparecer ligada a cierta individualidad, entonces en el sentido que lo propones sí podríamos pensar en un homenaje, sería homenajear una serie infinita de producciones, algunas están retratadas en Ali/Lai, Lau/Zip y otras no, y la mayoría no han sido producidas todavía.

Muchas veces los autores caemos en la trampa y nos terminamos creyendo el cuento del genio creador.

–En una entrevista con Juan Der Hairabedian hablás de un “atlas interminable de artistas en el cual me inscribo”. ¿Podrías ampliar esta idea?

–Es importante para mí inscribirme en un atlas interminable y tomar conciencia de lo que es mi trabajo dentro de ese universo donde soy uno más, pero ser uno más tiene un valor inmenso y no viene por la negativa como suele pensarse.

–El libro es en parte el registro de un aprendizaje fuertemente anclado en el arte de los otros, y hay una postura que se desinteresa de mucha veleidad artística. Es como si dijeras (y ejecutaras) que sos todo eso (y todos esos) que copiás…

–Mi trabajo es el trabajo de mis colegas desde el momento en que no podría existir si no fuera por esa otra existencia. A mí me parece que la veleidad se fortalece cuando dejamos de centrar nuestra mirada en el trabajo, nos concentramos en el autor y rendimos culto a todo lo que es de esa misma autoría. Inclusive muchas veces los autores caemos en la trampa y nos terminamos creyendo el cuento del genio creador. En arte, aunque muchas veces eso que un artista hace no nos conduzca a una materialidad, el autor no debería ser otra cosa que lo que hace, incluyendo todo lo que va a parar al tacho de la basura. En mi caso, considero que aquello que hago no me pertenece aunque yo sea el autor, aunque tenga la posibilidad inclusive de venderlo. No me pertenece, o sí me pertenece, pero de la misma manera que les pertenece a los otros. Lo fundamental de mi trabajo son las ideas que van apareciendo y apenas aparecen tienen autonomía, no me necesitan.