“Reivindico la inutilidad de la literatura”

Camila Sosa Villada acaba de publicar Un viaje inútil, una buceo en su infancia, en su condición de travesti, en las relaciones familiares, en el psicoanálisis  y en el reconocimiento logrado como actriz y dramaturga.

29 de Junio de 2018

“Un recuerdo muy antiguo. Lo primero que escribo en mi vida es mi nombre de varón. Aprendo una pequeña parte de mí.” El viaje inútil de Camila Sosa Villada. En ese libro cuenta su infancia en un pueblo de Córdoba, su travestismo,  el ejercicio prostitución y su acceso al teatro como actriz y dramaturga. El volumen forma parte de la colección Escribir de la editorial cordobesa Ediciones DocumentA/ Escénicas. Ya aparecieron los tres primeros volúmenes. Al de Sosa Villada se suman Cómo me hice viernes, de Juan Forn y La partida fantasma del chileno Leonardo Sanhuesa.

Sosa Villada es, además, dramaturga y actriz. Ha escrito piezas teatrales como Carnes Tolendas, retrato escénico de un travesti, Los ríos del olvido,  Despierta corazón dormido y Putx madre. Su relación con la escritura comenzó a gestarse a través de su blog La novia de Sandro.

La autora de El viaje inútil, un libro conmovedor que narra una historia de vida y reflexiona sobre la literatura, dialogó con Tiempo Argentino.

-¿Por qué elegiste el título El viaje inútil para tu libro?

-Me parecía importante reivindicar la inutilidad de la literatura. Era lo que quería decir sobre ese viaje que se hace para convertirse en escritora. En estos últimos tres años hice un proceso de análisis muy intenso y estuve muy en contacto con mi pasado y me pareció que la única manera de que las cosas de las que hablaba en terapia pudieran resignificarse, traducirse era escribiéndolas. De todos modos, eso no significaba nada, era inútil hacerlo porque esas cosas seguían estando ahí. Era un juego doble entre la inutilidad de la escritura y la inutilidad de querer traducir un trauma a través de la literatura.

-Es inútil en el sentido de la producción en un sentido fabril, pero no es inútil en lo que se refiere a lo subjetivo.

-Siempre se habla del poder transformador del arte. Siempre me veo metida en esas discusiones en las que se dice “mirá Camila, que hizo teatro y dejó la prostitución la prostitución”. Me parecía importante quitarle al arte ese lugar de rescate que le asignan. Es algo que sucede por sí mismo y que tiene un sistema propio de sensaciones, de sensibilidad, de sensualidad. Utilidad e inutilidad me parecen términos demasiado empresariales, se habla de lo inútil en términos de concebir la vida como una empresa y yo quería reivindicar el término inútil.

-Además de escritora sos actriz, dramaturga y en tu libro hablás de tus apuntes de facultad. ¿Cómo llegaste a todo eso?

-Vivía en Mina Clavero  y me vine a estudiar Biología a Córdoba capital. Quería inscribirme en la facultad, pero miré mal las fechas. Terminé inscribiéndome en Comunicación Social porque me parecía que me salía muy bien escribir. Mi hermano y mi cuñada en ese momento también estaban estudiando Comunicación Social y pensé que era un espacio en el que podía refugiarme. Además, mi vida en Mina Clavero con mi familia ya no daba para más. Yo no iba a dejar de travestirme y ellos no lo aceptaban. Me vine con dos premisas que eran estudiar y hacer mi vida. Empecé a estudiar y a hacer un curso de teatro que organizaban los estudiantes de Comunicación Social. Ya en la primera clase sentí que ese lugar era para mí, que estaba en el lugar en que tenía que estar. Las personas de la Universidad eran muy especiales que me hicieron sentir querida. Mis amigos más importantes son de esa época. Pero era duro porque yo era la única travesti que andaba por Ciudad Universitaria. Era agotador explicar, convivir, volver a explicar, volver a contar.

-¿Y qué se supone que tenías que contar?

– Una vida. Creo que lo que mueve a las personas es la curiosidad por la libertad y lo que yo tenía que contar era cómo era vivir en libertad, hacer lo que tenía ganas de hacer más allá de todo. La Universidad es un sistema expulsivo. La Reforma del 18 fue para la clase media. Yo no tenía posibilidades de ser una buena alumna con esos métodos de evaluación, con ese sistema de clases y de armado de materias. Además, tenía que sobrevivir. Todo estaba armado para una persona que vivía tranquila  y yo no vivía de ese modo.

-¿No terminaste la facultad?

-No, no terminé ninguna de las dos carreras pero me encontré con dos personas muy importantes para mí que son Paco Giménez, de teatro y Bety Ammann de Comunicación.

-¿Y qué te dejó la facultad?

-Mis maestros, mis amigos y el conocimiento de escritores, de filósofos, de pintores, de actores y lo que pude aprender.

-¿Y cómo te sustentabas? ¿Seguías en la prostitución?

-Así es. La gente puede pensar que me pasaba todas las noches en el Parque Sarmiento helándome de frío y no era así. Lo que hacía lo hacía con mucha soltura y comodidad. Salía a trabajar cuando quería o, en realidad, cuando necesitaba la plata. Era algo muy sencillo. También hacía changas, cosía, limpiaba la pensión donde vivía para pagar el alquiler. A veces mis viejos mandaban una encomienda.

-¿Cómo te profesionalizaste en el teatro?

-En 2009 hice una obra con María Palacios como directora. Ella investigaba sobre el biodrama, el tipo de teatro que estaba haciendo Vivi Tellas en Buenos Aires. Con Paco Giménez decidimos hacer  un biodrama mezclado con obra de Lorca. Nos fue muy bien. Hicimos funciones cuatro veces por semana  y quedaba gente afuera. Así me hice conocida. Luego filmé Mía en Buenos Aires y ya no necesité más prostituirme. En “Ojos azules, pelo negro” de  Marguerite Duras, la protagonista se pregunta si ser actriz y ser prostituta no es lo mismo.

-Hay toda una discusión sobre la prostitución. Hay quienes las consideran un trabajo…

-…y hay abolicionistas incluso dentro del feminismo.

-El tema es si lo podés elegir o no.

-Yo no lo elegí, respondí un mandato. Fui hacia eso porque me dijeron que así era mi vida. Yo tenía el resentimiento de no poder hacer otra cosa y el resentimiento de estar mirando el mundo como desde la vereda de enfrente o desde la Luna. Me daba cuenta de que estaba ahí porque no se me dejaba estar en otra parte. Se me dio la oportunidad de hacer otra cosa y con frescura y naturalidad cambié de trabajo. Un día estaba filmando con Rodrigo de la Serna, otros con Machín…De todos modos no te puedo decir que no estuvo bien que las cosas fueran así, porque así como de la facultad me traje conocimientos, también de mi otra vida me traje muchísimas cosas. Creo que uno de los errores que cometí es dejar de cobrar por tener sexo.

-¿Por qué?

-Porque hay relaciones con hombres son tan machistas como los clientes pero no pagan, es gratis. En el comercio una ponía los precios y decía hasta cuándo, con todas las inseguridades que tiene algo que no está regulado y que necesita seguridades para las mujeres que lo ejercen, como, por ejemplo, poder facturar, quitarle ese carácter de cosa prohibida para hacerlo como un trabajo de verdad.

-¿Cómo es tu vida en este momento?

-Doy clases de teatro en Documenta / Escénicas, donde me editaron El viaje inútil, trabajo en la radio de la Universidad, vivo de los libros, de los derechos de actor y de los derechos de autor. Voy sacando un poquito de cada cosa. Soy pobre, pero no paso ninguna necesidad.

-En El viaje inútil contás una historia de infancia. ¿Crees que tu niñez tuvo algo particular relacionado con tu sexualidad o que atravesaste el sufrimiento que atraviesa todo el mundo?

-Stendhal dice que la infancia nunca termina. Creo que me pasaron cosas que no le pasan a todo el mundo, sino a una porción de la sociedad  y por eso somos una minoría. Mis viejos eran muy pobres, mi papá era alcohólico, mi mamá, muy depresiva. Yo estuvo primero con todo el fervor homosexual y luego con una fiebre trans que no podía controlar. Fue una infancia muy particular, pero creo que en realidad fui una privilegiada por ese pasado y a los fines de esta nueva vida creo que es lo mejor que podría haber pasado-

-¿Por qué?

-Porque tengo algo de qué hablar (risas), porque tengo historias para contar cuando hablo con mis amigos y me gusta contarlas…

-¿Cómo vivieron tu padres tu travestismo?

-La pasaron muy mal. Vivíamos en un pueblo, mi padre fue policía y militar, paracaidista. No tuvieron la posibilidad de estudiar, de conocer cómo podían ser otras vidas. El sueño de tener un hijo, una familia, yo se los arranqué. Viven en Mina Clavero y los visité para el Día del Padre. También nos llevamos bien, tenemos ternuras, nos cuidamos, mágicamente nos sorprendemos, hacemos cosas buenas para el otro. No fue todo odio y todo rechazo. Nos queríamos, supongo.

-¿El viaje inútil lo escribiste de manera espontánea o fue una propuesta de la editorial?

-Fue una propuesta de la editorial, me pidieron que escribiera sobre la escritura y dije que sí inmediatamente Me resultó interesante, además, porque estaba Juan Forn como compañero de edición. Pero cuando me sentaba a escribir me parecía que no tenía material, que no tenía de qué hablar. Buscando unos papeles en un baúl encontré el poema que está en el final del libro. Estaba escrito en tinta roja en una Olivetti antiquísima que me había regalado mi papá. Debo de haberlo escrito a lo sumo a los 12 años. Ahí estaba todo.

-Vos tenías un blog que se llamaba La novia de Sandro. ¿Por qué ese nombre?

-Tengo una gran amiga que tenía una banda y su hermano le decía que le pusiera ese nombre. A mí me encantaba Sandro y me sigue gustando. Por eso ella me decía: “la novia de Sandro sos vos”. Por eso le puse ese nombre al blog. Ya no lo tengo más, pero un chabón que los guardaba me pasó los textos de ese blog.

-¿Cómo fue el proceso de escritura de El viaje inútil?

-No tengo rutina ni método. Escribo cuando se me da la gana. Escribí todo junto: contaba mi infancia y reflexionaba sobre literatura y así el libro fue engordando.

-Contás cosas muy conmovedoras. ¿Era violento tu viejo?

-Era la condensación del machismo, el patriarcado puro que atacaba por todos los flancos. Me dice que está cansado de que lo exponga cuando escribo. Sigue siendo un poco así, pero lo hemos ido cambiando con mi vieja. Era una persona muy violenta e impredecible. Además, creo que no quería ser padre. Lo que les pasó a mis viejos fue un accidente porque no existía el aborto legal y gratuito.

-¿Y ahora que sos conocida las cosas cambiaron?

-Sí, pero no porque soy conocida, sino porque a partir del análisis me puse en otro lugar.