García Wehbi: la autobiografía como otra forma de la ficción
“El maratonista ciego” se originó en una nota periodística que publicó su fotografía por un error al buscar en Google.
Por Máximo Soto para Ambito | Leer la nota publicada haciendo clic aquí
“Contar la propia vida desde otro, desde un narrador imaginario, es una experiencia intensa. Sobre todo si uno se permite lo confesional y le pone límites a lo catártico, a la mera sublimación” explica Emilio García Wehbi sobre “Maratonista ciego” (Ediciones Documenta) su primera novela luego de numerosas obras teatrales, óperas, espectáculos, performances, instalaciones e intervenciones urbanas que le dieron fama internacional. García Wehbi es director teatral, régisseur, actor, artista visual, docente, fundador de “El Periférico de Objetos” que lo ha llevado a viajar a diversos escenarios del mundo haciendo presentaciones. Si en su labor teatral busca implicar al espectador, en su nueva faceta intenta involucrar al lector desde su biografía. Tras libros como “Trilogía de la Columna Durruti” o “Casa que arde” dialogamos con García Wehbi sobre su opera prima literaria.
Periodista: ¿Se considera un maratonista ciego?
Emilio García Wehbi: Esa descripción resume el espíritu del libro. Hace unos años apareció en un diario español una nota sobre Emilio García, un maratonista ciego que se estaba entrenando para una competencia, y el artículo estaba ilustrado con una foto mía. La homonimia había hecho que cuando googlearon Emilio García saliera yo y que, sin verificarlo, pegaran mi foto. Y eso tiene que ver con la esencia de mi libro. Qué es un sujeto, qué es una persona, qué es una biografía, por qué una autobiografía no se puede escribir si no es a través de un tercero, de otro. La construcción de una autobiografía es la construcción de una ficción. Los recuerdos al desplegarse se vuelven ficciones a partir de datos reales. Así como la ficción y lo real se mezclaban en aquella noticia del maratonista ciego. Cuando empecé a pensar en escribir un texto literario relacionado con mi vida y ajeno a mi producción dramatúrgica tuve un episodio bascular que se me detonó en los ojos y perdí un porcentaje importante de la visión. Yo de joven era atleta. Y ahora aquel atleta se estaba quedando ciego. La ficción y la realidad se entroncan todo el tiempo. Sentí que el título “maratonista ciego” reunía lo literario, lo biográfico, la anécdota, lo imaginario y lo real, es el sujeto que es narrado y ese otro que narra. El relato no para de avanzar, y a veces va a los tumbos para de inmediato retomar la senda. Es esa carrera contra la muerte que jugamos todos todo el tiempo. Es revisar lo hecho y lo que se cree haber hecho. La vida se construye a ciegas. Marx dice que las personas no hacen su historia a su propio arbitrio sino que las condiciones determinan sus posibilidades. Y Giorgo Agamben sostiene que aquello que los ojos han visto no se puede decir sino desviando la mirada sin indulgencias.
P.: Así a los 56 años su primera novela es una “novela de iniciación”.
E.G.W.: El subtítulo de “Maratonista ciego” es bildungsroman, novela de aprendizaje, de iniciación. Un tipo de obra que habla del paso del tiempo y de lo fascinante que es el paso del tiempo. Es lo hecho, lo no hecho, lo logrado y lo perdido, es ese bagaje que nos constituye como sujetos. La “literatura del yo”, la autoficción, es un modo de exploración en ese sentido. Un modo que pude caer en una exposición desmedida de la intimidad, que es lo que hacen las redes sociales. Un punto límite en el que no pensaba caer. A la vez la ficción permite llegar a confesiones que de otro modo yo no ofrecería, entre otras cosas, por recato.
P.: ¿Una conducta ética o política?
E.G.W.: A partir de los discursos reivindicatorios de género está de moda decir que lo personal es político. Una verdad a medias que tiene mucho de falacia. Lo personal es político siempre y cuando es político, sino solamente es personal, privado. Y lo privado no es lo personal. Lo personal es lo político. Esto se suele confundir. ¿En qué le importa al que lee lo que el estoy contando? ¿Tiene algún sentido? ¿Lo conmueve, le genera empatía, se identifica? ¿Le resulta verosímil? A medida que el libro sea leído tendré respuestas.
P.: Decir cosas inconfesables es una buena estrategia para volver verosímil una autobiografía.
E.G.W.: “Maratonista ciego” no es mi biografía pura y dura pero es como mi biografía. Mamá estuvo en un psiquiátrico, tuvo problemas depresivos importantes. ¿Existió la situación con que comienza el libro? Eso es irrelevante. Se está en la literatura. Hay datos de mi vida ficcionalizados y hay momentos de ficción biografizados. ¿El padre rompía nueces con la frente? ¿Era obrero ferroviario y masón? Si murió cuando era tan chico, ¿está imaginando haberlo conocido? ¿Se construye un padre a través de cartas que encontró? Estoy yo pero escudado en otro que me cuenta. Lo que me interesaba de la “literatura del yo” es que el yo sea otro. Esa separación me habilitó a algo que no podía ser narrado en primera persona y suma complejidad a lo contado.
P.: Traslada su experiencia de décadas de hacer teatro.
E.G.W.: En mi teatro hay mucho de fisicalidad, el cuerpo. En “El Periférico de Objetos” la metonimia de los muñecos que eran puro cuerpo. En mis espectáculos, en mis performances, el cuerpo como problema es un tópico. “Maratonista ciego” es el cuerpo por otros medios, por los de la literatura. Me afirmé en la biografía, en el cuerpo, en el paso de tiempo. Lo que planteo en la escena ahora está en papel. El “maratonista ciego” está atravesado por mi práctica artística, por mi trabajo en la escena y mis reflexiones sobre la escena.
P.: Si “Maratonista ciego” es una novela de iniciación, ¿cómo piensa continuar?
E.G.W.: Ya estoy escribiendo una segunda novela, que por ahora se llama “Cien visione sobre el monte Fuji”, un poco jugando con la cien estampas de Hokusai. Necesitaba este tránsito por la literatura de yo para poder entrar de lleno en la plena ficción. Parte de un hecho real, cuatro viajes que hice invitado a Japón para ofrecer mi teatro y una historia romántica en ese escenario.