Cortes, pliegues y movimiento

  • En Todo lo que se mueve, la antropóloga Valeria Mata piensa el viaje como una instancia etnográfica.
  • Nomadismo en una época donde el turismo atenta contra ese espíritu libre.

ALEJANDRA
VARELA

Lo inestable de un texto está en la exposición de su reescritura. En la dispersión encuentra la antropóloga social, escritora e investigadora mexicana Valeria Mata la arquitectura de un libro que deja rastros de nomadismo.

Revista Ñ 11 de enero de 2024

Hay una escritura que se hace caminando porque escribir es también una tarea del cuerpo. El nomadismo como acción y como concepto se traslada al papel desde una estructura aleatoria, salteada donde un libro surge como la reconstrucción de fragmentos, de anotaciones sueltas que se unen para propiciar el ejercicio de deambular en el pasaje de una página a otra.

Todo lo que se mueve (Ediciones DocumentA) permite pensar el viaje como una instancia etnográfica en una época donde el turismo atenta contra ese espíritu nómade. El turismo hace del viaje una mercancía y, en este sentido, se parece más a una costumbre sedentaria que se propone confirmar, repetir y jamás aventurarse. Este dato sirve para entender que ese nomadismo del que habla la autora mexicana tiene más que ver con una actitud y una filosofía y no implica solo movimiento.

Su libro recuerda los documentales de Alexander Kluge, una suerte de ensayos fílmicos donde el director alemán realizaba variaciones sobre un tema, esto le permitía incorporar materiales diversos, entrevistas, fragmentos de obras de teatro, imágenes, libros que hacían de sus películas constelaciones interminables, capaces de ser invadidas por nuevas historias.

Escribir sobre el nomadismo puede suscitar una contradicción, que tal vez funcione como el principal conflicto del libro ¿Acaso la escritura no es la tarea sedentaria por excelencia? Podríamos decir que la autora rechaza esta idea o al menos la resuelve a partir de darle al nomadismo una entidad que no es solo física sino que implica un modo de mirar y de pensar los hechos.

El libro se presenta como una pieza que discute la monotonía en su propio armado: las páginas se despliegan, las fotos aparecen cortadas y se pueden construir imágenes diversas (Ediciones Documenta suele crear libros que son objetos plásticos, preciados y misteriosos) la dimensión nómade tiene que ver con esa ruptura, con quitar continuidad a las acciones y hacer convivir tiempos y prácticas que solo son posibles en la asociación que la autora como viajera propicia.

La errancia tiene un reflejo de inutilidad porque está aliada con cierto devenir. No se trata de cumplir con una acción concreta sino de abrir en el andar la posibilidad de equivocarse. Se muestra como un comportamiento disidente porque el tiempo no se ve como un capital que hay que saber administrar sino como algo que se puede perder.

Los privilegios del andar

Por supuesto que la escritora mexicana, que es también antropóloga social, admite que la condición nómade supone ciertos privilegios de clase y el disfrute de algunas libertades. La mención de los migrantes o de las personas sin casa evita caer en la romantización.

Todo lo que se mueve se propone problematizar la forma institucional del sedentarismo, esa que se asocia con la civilización, la vida previsible y ordenada en las ciudades y también con la acumulación material.

Moverse es un comportamiento disidente cuando el viaje pierde un sentido y una finalidad planificada pero también cuando propicia preguntas. La política surge al entender que una práctica, en apariencia simple y hasta inofensiva, puede poner en crisis la matriz misma de la vida social.

Pero la autora no se propone formulaciones determinantes, las ideas surgen a partir de la sucesión de capítulos que son escritos de procedencia variada, combinados en una especie de bricolage.

La tensión entre las anotaciones ( que en muchos casos son borradores, informaciones o descripciones de un momento, apuntes que no tenían la ambición de llegar a un libro) surge sin estridencias. Hay discrepancias y sutiles refutaciones entre los textos. La primera persona a veces se escabulle en rasgos más generales pero su condición de mujer aparece en la decisión de viajar sola que responde a una tradición del feminismo.

Cuando el viaje abandona las zonas protegidas para el turismo, el desplazamiento se ofrece como un territorio de invención. Si el nomadismo se presenta como un concepto que se puede habitar desde las limitaciones del hogar, también imaginamos, a partir de la lectura de este libro, que moverse impulsa la construcción de ficciones porque el viaje nos lleva a transformar nuestros hábitos en procedimientos creativos.

Somos otras personas cuando viajamos, cuando compartimos los días con desconocidos, cuando deambulamos entre las manifestaciones de una cultura totalmente ajena. De este modo, Mata entiende que el control y el protagonismo lo tiene el entorno porque no nos resulta tán fácil desplegar las estrategias a las que recurrimos en nuestro mundo cotidiano.

En este libro los lugares que Valeria Mata menciona, que visitó o que llegaron a ella por el relato de otros, se convierten en personajes, del mismo modo que el libro recupera su entidad de cuerpo y escribir se instala como una tarea física.

Hay una escena donde la autora se descubre envuelta en las conversaciones de un idioma que le resulta indescifrable, en una ciudad donde nadie la conoce. Entregada a esa soledad, a esa experiencia completa de la ajenidad, ella se permite desaparecer, poner su yo en suspenso como si pudiera ser devorada por un idioma incomprensible.